Con espinas de hierro cierne su cabeza,
y agujerea sus pies y sus manos,
corta su corazón y lo desprende
para hacerle sentir calor y frío.
Sus dedos enumeran cada nervio
como un avaro contando su oro,
y de lamentos y gritos se nutre,
y él envejece, y ella se hace joven.
Los gente se esparce por las calles,
porque el ojo alterado altera todo.
Los sentidos se enrollan en sí mismos, con miedo,
y
solo quedan desiertos sin limites.
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